El rebrote de la violencia terrorista en el Líbano, Palestina e Israel no es más que el triste reflejo del nuevo fracaso de la llamada vía diplomática de resolución de conflictos. De nada han servido la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes norteamericana, la demócrata Nancy Pelosi, a Damasco, o el encuentro entre la Secretaria de Estado Condolezza Rice y su homólogo sirio. De nada que no sea envalentonar al tirano Assad.
Pese a las buenas intenciones, no parece que los designios imperialistas sirio-iraníes sobre el Líbano vayan a ser modificados por la política de las buenas palabras. Como advertía el analista Barry Rubin el pasado mes de febrero, el Líbano continúa siendo el campo de batalla donde Siria y su aliado, Irán, luchan por imponer su hegemonía en Oriente Medio. Los enfrentamientos de los últimos días en el campo de refugiados palestinos Vahar el Bared y en otras partes del país deberían bastar para despejar cualquier duda sobre las verdaderas intenciones de Siria y de Irán. Por otra parte, el apoyo de Hezbolá al gobierno es otro movimiento táctico en un país donde los aliados de hoy son los enemigos de mañana y en el que la impostura es la norma entre los grupos que apoyan a Assad y a Ahmadineyad.
Ante esta situación, la respuesta de Estados Unidos, que no ha dudado en apoyar militarmente al gobierno libanés en su pugna contra el terror, y la de la Unión Europea, que lejos de plegarse a las exigencias sirias sigue reclamando una investigación por el asesinato del primer ministro Hariri en 2005, nos parece adecuada. Esperamos que esta vez la opción de Occidente por cooperar activamente en la supresión del terrorismo no se diluya en vacuos y contraproducentes llamamientos a la paz y al diálogo.
Sin embargo, esta posición de firmeza debería extenderse a Palestina, desde donde el grupo terrorista Hamas –que un grupo de criminales consiga ganar unas elecciones no es óbice para dejar de designarlo como lo que es- sigue lanzando misiles contra Israel. Hasta ahora, el gobierno democrático de Ehud Omert no ha hecho sino ejercer su derecho a la defensa repeliendo las agresiones mediante ataques selectivos contra las sedes de los terroristas y arrestos a los incitadores al terrorismo. Hasta dónde llegará la paciencia israelí y qué otras medidas de protección de la vida de sus ciudadanos tome el Estado hebreo dependerán de la contumacia de los yihadistas de Hamas.
En estas circunstancias, y en previsión de una nueva escalada de la violencia en la región, Europa debería abandonar su posición de testigo silencioso y ampara a Israel contra Hamas, sus promotores y sus aliados. El primer, pero no único paso, sería apoyar su queja ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. No faltará quien, desde la izquierda, demande el levantamiento de las sanciones contra la Autoridad Palestina, tal y como pidió el ex Primer Ministro francés Lionel Jospin, a fin de aplacar a los terroristas. Tampoco es improbable que, en el caso de que Israel decida entrar en territorio palestino, asistamos a una nueva campaña anti-judía por parte de los que siguen empeñados en silenciar los crímenes de Hamás y en insinuar que Israel es un Estado terrorista.
Antes de que la nefasta historia de siempre se repita, y para evitar que el frente islamo-totalitario siga ganando tiempo, es urgente que los países democráticos reaccionen ante esta nueva provocación palestina manifestando de forma clara e inequívoca su compromiso con la democracia israelí. Nada sería más beneficioso que el abandono de la falsa equidistancia entre agresor y agredido ejemplificada a la perfección por Javier Solana, quien insta a Israel al cesar en sus acciones militares sin ofrecer a cambio garantías de cooperación. El "es hora de calmar la situación" del pasado 24 de mayo resulta, además de frívolo, perjudicial. En aras de la estabilidad y de la esperanza de democracia en Oriente Medio, los miembros de la Unión Europea deben desmentir por la vía de los hechos las torpes palabras de su fatuo representante de Política Exterior y de Seguridad Común.
En la lucha contra el terrorismo, Occidente haría bien en recordar las palabras de Sun Tzu en El arte de la guerra, "Lo que impulsa a los adversarios a venir hacia ti por propia decisión es la perspectiva de ganar. Lo que desanima a los adversarios de ir hacia ti es la probabilidad de sufrir daños."